SOBRE ARQUITECTURAS IMPRESCINDIBLES, PERO HABITABLES.
A doña Matilde Alonso Salvador, arquitecto; a Quim Vives, nadador a contracorriente y a favor, a Eva Sanchís, alcaldesa de Godella y a todos los lectores.
M’agradaría molt, però molt molt, poder escriure aquesta nota en valencià, mes com hem d’abordar questions técniques, hauré d’abraçar el castellà que també és vehicle de comunicación i de cultura.
Com l’article m’ha eixit un poc llarg, podeu continuar llegint al blog:
La señora Matilde Alonso Salvador titula su artículo: Arquitecturas Imprescindibles. (Levante 12/06/2018). Quiero añadir que su juicio va más allá de la mera opinión, siendo especialista en la materia que trata. Pero toca temas como el patrimonio arquitectónico y el urbanismo, al que son sensibles sus usuarios y como no, los propietarios. Por lo tanto, en este caso, estas opiniones tienen un valor que, en una balanza estarían a la par con el dictamen técnico.
Básicamente estoy de acuerdo con la arquitecta y con las sesudas inquisiciones de Ximo, disculpa te conocí como Ximo o Chimo y Quim me cuesta todavía un poco. La rehabilitación en general, cuando procede por su valor, está muy bien, pero viene como casi siempre el problema de la financiación.El propietario privado, con frecuencia no puede abordar obras de restauración, con el mero, aunque muy loable fin, de poner en valor un edificio. Tiene que encontrar una rentabilidad o al menos una ayuda suficiente, para la cual, seguramente, no corren buenos tiempos. A menudo se restaura un edificio con muy buena praxis y después todos exclamamos: 0h, ¡qué bonito! Ahora, ¿qué vamos a hacer con él? Pongo a modo de ejemplo el hermosísimo mercado viejo de Burjassot. Se le ha salvado del deterioro, luce espléndido, pero no se sabe qué hacer con él.pre el problema de la financiación. El propietario privado, con frecuencia no puede abordar obras de restauración, con el mero, aunque muy loable fin, de poner en valor un edificio. Tiene que encontrar una rentabilidad o al menos una ayuda suficiente, para la cual, seguramente, no corren buenos tiempos. A menudo se restaura un edificio con muy buena praxis y después todos exclamamos: 0h, ¡qué bonito! Ahora, ¿qué vamos a hacer con él?
Me gustaría proponer abordar la cuestión a la inversa. En el caso de la carpintería, sería preguntarse: ¿qué uso se le puede dar? Pero sería de agradecer propuestas imaginativas, más allá de un centro comercial o un salón multiusos para la municipalidad. Esto último si se considera que andamos escasos de este tipo de espacios, sería estupendo, pero no al revés: ya que no sabemos qué hacer con él le colgamos este rótulo.
¿Sería posible hacer viviendas, sin alterar gravemente su volumetría ni sus huecos en fachada, siguiendo el ejemplo de la antigua fábrica de telares de seda de Burjassot? O mejor aún: ¿seriamos capaces de atraer a un industrial, que supiera valorar instalarse en un edificio singular, que redundaría en reclamo y publicidad de su industria? O ¿es que la actividad industrial moderada, hablo de una carpintería, ya es una actividad non grata?
Lo que me atrevo a sugerir, quizás sea muy naif, que, a partir de conocer el uso probable, abordar la rehabilitación.
Por alusiones he de responder a la señora Alonso Salvador y me gustaría que la alcaldesa se hiciera eco. Cito textualmente: “Si tanto la industria, como las casas, no están catalogadas, significa que no valen nada.” No sé si con ello se percata que toca otro de los puntos muy sensible en Godella; los edificios catalogados.
Sin entrar en los criterios que, en su día, se siguieron para la catalogación; a menudo tan sólo porque fue residencia estival de algún noble o clérigo de altura, el patrimonio catalogado, debería conseguir, como valor añadido, que el propietario, el conciudadano y el pueblo entero pudieran sacar pecho de ello. A menudo, se pierde de vista que estos edificios, en su mayoría decimonónicos, precisan de adaptaciones a los modos de vida actuales. No se puede pretender, pongo por caso que sus moradores tengan que acceder por una escalera rampante, que no cumple con las normas de habitabilidad actuales, pero en aras de su conservación, no se permite que el usuario pueda subir con dignidad. Sí el escusado “el comú” es una cabina en una terraza, no se permita hacer de ella un cuarto de baño digno, aunque ello implique agrandar ligeramente y dignificar esa pequeña obra. Si hay un acceso a la cubierta, donde se emplaza, desde su origen una terraza singular y el modo actual de acceder a ella sea una escalera de barco, como Heidi para subir a su granero, no se permita dotarla de un acceso digno, bajo amenaza de demolición, caso de realizarse.
Estas y otras férreas intransigencias, consiguen el efecto contrario; que el propietario y la población en general se aparte, huya de él desprecie el patrimonio arquitectónico por problemático.
Sé que esto es abrir otro melón para el debate, pero ahora ya está puesto negro sobre blanco. Buena reflexión, queridos lectores.
Manuel Salvador Redón, delineante, geómetra y escribidor de historias.